Se suele decir que pasamos un tercio de nuestra vida soñando, refiriéndonos al hecho de que aproximadamente unas ocho horas del día estamos durmiendo y que es raro el sueño que no vaya acompañado de ensueños.
Hay que hacer una distinción entre sueño y ensueño porque no existe en castellano la diferencia entre el sueño de dormir y el sueño de soñar.
En francés sí existe diferencia entre sommeil y réve, al igual que en inglés entre sleep y dream o en alemán entre Schlaf y Traum.
Si al tercio del día que pasamos durmiendo, y soñando, le añadimos los «períodos hipnagógicos» del comienzo del sueño, cuando estamos entre la vigilia y el sueño y solemos dejar correr la fantasía, y los «períodos hipnopómpicos», cuando recién despertados aún no estamos completamente conscientes, y los llamados «sueños diurnos», en los que también dejamos correr libremente nuestra fantasía, resulta que el inconsciente domina mucho más de un tercio de nuestra existencia.
Si tenemos en cuenta que la creación artística y la científica tienen su origen en la actividad del inconsciente, entonces queda aún más reducida la actividad en la que la consciencia regula nuestra conducta.
El poder del inconsciente
También la conducta está gobernada por decisiones inconscientes en la mayoría de los casos, sobre todo en aquéllos decisivos para nuestra supervivencia; y, asimismo, muchas de las funciones cognitivas se realizan sin que afloren a la consciencia.
En resumen, que la importancia del inconsciente para nuestra vida diaria es mucho mayor de lo que creemos.
Así pues, si queremos ser dueños de nuestras propias acciones, habría que dedicar mucho más tiempo al estudio de las influencias que este inconsciente tiene en nuestras vidas.
Por los registros realizados en personas sanas se sabe que durante el sueño tenemos ensueños y que éstos suelen tener lugar más frecuentemente durante el sueño denominado «paradójico» o REM (del inglés Rapid Eye Movements, que quiere decir «movimientos oculares rápidos»).
Se denomina «paradójico» porque el electroencefalograma dibuja una actividad cerebral parecida a la que muestra el cerebro cuando está despierto).
Sin embargo, hoy día se sabe que los ensueños más alucinatorios y más extraños tienen lugar durante los períodos no REM.
Esto es lo que intuyó Sigmund Freud cuando consideró que el ensueño era la vía regia hacia el inconsciente.
Teorías sobre los ensueños
Probablemente, una de las obras más citadas y reconocidas de Sigmund Freud ha sido y será su Interpretación de los sueños, que, independientemente de si es correcto o no el carácter sexual que Freud asigna al simbolismo onírico, supone tanto un estudio riguroso de lo que se sabía sobre estos fenómenos en su época (se publicó en 1900), como un análisis de las características de este inconsciente de donde parten los ensueños.
Sobre la función que cumple el sueño con respecto al organismo ha habido diversas teorías. Por ejemplo, las teorías pasivas, que pretenden que el sueño es un descanso del cerebro, durante el cual éste se cierra a los estímulos que vienen del entorno y se recupera del trabajo diurno.
Estas teorías hoy no se consideran correctas, ya que se conoce la intensa actividad que desarrolla el cerebro, al menos determinadas partes de él, precisamente durante el sueño.
También se ha postulado que durante el sueño el organismo regenera determinadas sustancias químicas que el cerebro necesita para su buen funcionamiento.
Hoy se sabe que los ensueños se producen independientemente de los cambios bioquímicos que acompañan los distintos períodos del sueño.
Otros autores piensan que durante el sueño se consolidan contenidos de la memoria que se han adquirido en la vigilia o se consolidan patrones de conducta motora que se han ejercitado, sobre todo durante la juventud.
También se ha puesto el sueño REM en relación con el aprendizaje y la memoria, sobre todo cuando se observó que la deprivación del sueño REM interfería con el aprendizaje de tareas complejas.
Pero también hay autores, como Crick y Mitchison, que sostienen que los ensueños son una forma de olvido, una especie de «vertedero neural» que limpia la memoria semántica de todo exceso de información del día anterior.
El poder del sistema límbico durante el sueño
En cualquiera de los casos, independientemente de cuál es la función del ensueño, lo que interesa subrayar es que durante éste se ponen en funcionamiento estructuras que sustentan lo que denominamos el inconsciente y que normalmente no suelen estar activas, probablemente por estar sometidas a determinadas inhibiciones.
Me estoy refiriendo, naturalmente, a estructuras del sistema límbico que compartimos con todos los mamíferos.
Independientemente del crecimiento de estructuras cerebrales que filogenéticamente son más modernas, como las áreas asociativas de la corteza, el sistema límbico humano también ha experimentado una evolución desde la aparición de los primeros mamíferos hasta el ser humano.
Los ensueños en Freud
Freud estaba convencido de que los ensueños eran expresiones de deseos o realización de deseos reprimidos. En cualquier caso, son deseos que se expresan durante el ensueño de manera intensamente afectiva, lo que ya nos indica que estamos en presencia de la actividad de estructuras límbicas.
El lenguaje enrevesado del ensueño refuerza la idea de que se debe a estructuras distintas a las que normalmente rigen la conducta consciente.
Una de las características de los ensueños que Freud puso en descubierto fue la «condensación», el hecho de que en los ensueños se unen sucesos que provienen de experiencias distintas en el tiempo y en el espacio y se condensan en un solo ensueño.
Otro fenómeno característico de los ensueños es el «desplazamiento», es decir, que la intensidad psíquica se desplaza de unas ideas o representaciones a otras.
Con otras palabras, parece como si la amígdala, estructura del sistema límbico que se encarga de etiquetar emotivamente los estímulos externos, actuase de forma diferente a como lo hace en circunstancias normales, dando importancia a sucesos que no la tienen y viceversa.
Efectos de un sistema límbico sin freno
A este fenómeno Freud le dio el nombre de «transmutación de valores psíquicos».
Ejemplo de ello es que los afectos quedan separados de los contenidos que provocaron su desarrollo, incluso un contenido que estaba cargado con un afecto positivo, en el ensueño puede aparecer cargado con el afecto contrario.
La causalidad desaparece también durante los ensueños. Es sustituida por una sucesión de trozos de ensueño diferentes.
Otro de los fenómenos descritos por Freud es la desaparición de alternativas. Cuando se plantea un problema en el que existen dos alternativas, en el ensueño desaparecen, dando lugar a una agregación.
Esto, a mi entender, debe interpretarse de la siguiente forma: tanto la causali- dad, como las antinomias, el pensamiento dualista, el «operador binario» (así le llama Eugene d'Aquili), o como se le quiera llamar, son funciones ligadas a la corteza cerebral.
Por tanto, es de suponer que durante el ensueño la corteza cerebral no está funcionando normalmente, con la consiguiente desinhibición del sistema límbico, que sigue pautas completamente distintas a la corteza.
Para el sistema límbico no sólo no existe contradicción en ideas antinómicas, sino que puede sustituir una por otra sin ningún problema. Al menos, así lo hace durante los ensueños.
Los ensueños y el sistema límbico
La relación del ensueño con el sistema límbico se muestra precisamente en la memoria onírica, de características tan comunes con la criptomnesia.
Cuando recordamos un ensueño, solemos rellenar las lagunas de las imágenes oníricas de forma involuntaria, al igual que hacemos cuando recordamos contenidos de memoria que están olvidados o escondidos.
Al sujeto lo que le interesa es presentar una imagen coherente, sea ésta tejida con mimbres auténticos o falsos.
A diferencia de la mente consciente, la mente inconsciente trabaja fundamentalmente con imágenes visuales, mientras que la consciente lo hace con conceptos.
Las alucinaciones también son en su mayoría visuales y tienen las mismas características que las imágenes oníricas.
La mente sigue trabajando durante el sueño, aunque de forma inconsciente.
El ensueño en sí no es creativo, sino la persona que ensueña, que se aprovecha de ese trabajo inconsciente de la mente mientras duerme.
Algunos autores plantean la hipótesis de que durante el sueño el cerebro sigue procesando la información que ha retenido durante la vigilia.
En cualquiera de los casos, parece claro que el mundo de los ensueños está muy cercano al pensamiento mágico y mítico que caracteriza una forma de pensar, normalmente reprimida, a la que no podemos renunciar sin dejar de ser lo que somos.
Extraído y tuneado del libro “El cerebro nos engaña”
Autor: Francisco J. Rubia