Según Ian Robertson, neurocientífico cognitivo y autor del libro “El efecto ganador”, el éxito o el fracaso moldean nuestro cerebro mucho más que la genética y las drogas.
En su libro, el autor comparte con nosotros la explicación neurológica de por qué unas personas ganan más que otras en la vida, ya sea en el deporte, en el juego o en su profesión.
La química del cerebro
Señala que la química cerebral se altera cuando procedemos a jugar o competir.
En ese momento aumentan hasta un 33% los niveles de testosterona en la sangre.
Aunque también está presente en las mujeres, la testosterona es una hormona culturalmente asociada a lo masculino.
Sin embargo, es menos conocido que también tiene un efecto en las habilidades cognitivas o en las emociones, entre otras funciones.
Según Robertson, que basa su investigación en una compilación de resultados científicos relacionados con las reacciones del cerebro ante el éxito o el fracaso, el aumento de testosterona alimenta la necesidad de perseguir el éxito en la competición o el juego.
Como consecuencia, también interviene la dopamina, el neurotransmisor del placer, en este caso asociado al éxito que se pretende.
Todo este proceso cerebral desemboca en una actitud competitiva que nos lleva a entrar en el juego o la competición con el propósito de ganar, al mismo tiempo que nos vuelve más seguros y centrados en el propósito de conseguir el premio o la victoria.
Robertson nos revela cómo este efecto es aplicable también a todos los seres humanos: “Los logros cambian la química del cerebro haciendo que la gente se comporte de manera más centrada, más inteligente, más segura y más agresiva”.
Adición a ganar
Al intentar explicar los cambios mentales y físicos que tienen lugar en el cerebro de un “ganador”, cómo se producen, y por qué afecta a algunas personas más que a otras, Robertson señala que el efecto ganador es tan fuerte como una droga, y cuantas más victorias individuales se logran, mayor es el deseo de ganar.
De hecho, el ganar puede llegar a convertirse en una forma de adicción incluso física.
Robertson también comparte su hipótesis de por qué algunas personas alcanzan el éxito con más facilidad, incluso nos previene sobre algunos de los peligros del efecto ganador, señalando el principal como la toma excesiva de riesgos que a menudo sigue a la euforia del propio éxito.
John Coates, investigador en neurociencias en la Universidad de Cambridge, señala que “la vida para el ganador es más gloriosa. Entra al siguiente nivel de competencia con niveles de testosterona ya elevados, y esta puesta a tono androgénico le otorga una ventaja que aumenta sus posibilidades de volver a ganar. A través de este proceso, un animal puede seguir un loop de retroalimentación positiva, en el que la victoria lleva a niveles más altos de testosterona que a su vez llevan a subsecuentes victorias.”
Efecto duradero
Este proceso cerebral tiene un efecto duradero en el tiempo, ya que la experiencia lúdica o competitiva, asociada al sistema de recompensa, se almacena en el cerebro y nos anima a repetirla para volver a experimentar la satisfacción de haber ganado.
Sin embargo, cuando queda fuera de control, este proceso puede convertirse en adictivo.
La competición moviliza el cerebro completo
Timothy J. Vickery, profesor de Psicología en la Universidad de Delaware (EE.UU.), ha añadido nueva información sobre los procesos cerebrales asociados a estas actividades lúdicas, deportivas o profesionales.
Según científicos de la Universidad de Yale (EE UU) cuyo trabajo aparece publicado en la revista Neuron, el cerebro dedica una enorme cantidad de energía a estos procesos competitivos, seguramente como consecuencia de que en nuestro pasado como especie estuvieron relacionados con la supervivencia.
Las señales que se generan en el cerebro cuando una persona obtiene una recompensa positiva (cuando tiene éxito) o un castigo (cuando fracasa), no se procesan específicamente en una zona restringida de la corteza cerebral.
Las conexiones neuronales en estos casos se extienden por casi todas las regiones del cerebro.
El hecho es que, según este equipo de investigadores, todo el cerebro se implica en conseguir el éxito en la competición o el juego, trascendiendo la idea de que sólo afecta al sistema de recompensa, cuya actividad se refleja únicamente en 16 regiones cerebrales.
El propósito de esta reacción natural tan poderosa es ayudarnos a tomar las mejores decisiones para alcanzar el éxito y disfrutar de la sensación de victoria.