Aunque parezca un contrasentido, para poder hablar del desapego, primero debemos repasar un par de conceptos sobre el apego
¿Qué es el apego?
El apego es sinónimo de aferrarse, de atarse e incluso de establecer dependencia u obsesión hacia algo o alguien.
Cuando te apegas a un objeto, idea, actividad o persona, acabas generando con ellos fuertes vínculos.
Tan fuertes que puedes volverte adicto a ellos. Y, cuando eres adicto a algo, tu vida acaba por girar en torno a esa adicción.
No tiene nada de malo tejer y alimentar vínculos con personas, ideas, actividades e incluso objetos.
El problema de las adicciones es que suelen acabar por limitar tu vida, e incluso por dominarla.
Y toda limitación acaba por causarte ciertos daños o, si lo prefieres, efectos colaterales.
Uno de estos efectos colaterales es la ansiedad, amiga íntima del estrés.
Otro efecto colateral es el miedo, que suele ser primo-hermano de la ira y la violencia.
También podríamos añadir la frustración, la decepción o la depresión.
Y, finalmente, nos encontramos con la enfermedad, consecuencia última de todas las formas de sufrimiento.
Nuestros apegos
A lo largo de la vida nos apegamos a muchísimas cosas, tantas que no resulta difícil encontrar ejemplos con los que, casi con toda seguridad, te sentirás identificado.
Nos apegamos a ciertas amistades cuando somos niños. Sentimos apego por un amor platónico. Experimentamos apego a una pareja. Nos apegamos a nuestra familia.
Nos apegamos a un trabajo estable que nos permite sobrevivir haciendo algo que no nos gusta. Disfrutamos del apego a una idea o punto de vista. Y nos apegamos a nuestros planes.
Finalmente, y en clave tecnológica de rabiosa actualidad, sentimos apego por nuestro smartphone o a nuestro ordenador. Tanto, que acabamos construyendo una vida alrededor de estos objetos.
Y un día, cuando no los tenemos, actuamos como drogadictos sin su dosis. O peor, hemos olvidado lo que es salir a dar paseo o relacionarnos con personas de carne y hueso.
Duración del apego
Por suerte, un día, el desapego llama a tu puerta (de hecho, siempre está llamando, pero no siempre escuchas).
Pero entonces tu ego se resiste. Se resiste con todas sus fuerzas, porque no quiere cambiar, no quiere que cambies.
El ego hace que te apegues a todo aquello que te mantiene dentro de tu zona de confort.
Y, para lograrlo, utiliza a todos sus secuaces: el miedo, la dependencia, la pereza, la inseguridad…
Por tanto, la pregunta es, ¿cuánto vas a esperar a salir de zona de confort? ¿Cuánto tiempo vas a desapegarte de lo que te ata a ella?
¿Alguna vez renunciarás a esa persona que no te hace caso para empezar a buscar a alguien que realmente te ame? ¿Cuánta incertidumbre y frustración vas a aguantar?
¿Cuánto tiempo vas a tardar en dejar ese trabajo en el que te explotan y que apenas te da para vivir? ¿Cuántos sueños e ilusiones eres capaz de enterrar?
¿Hasta cuando vas a insistir en defender tu punto de vista sólo para tener razón (aun sabiendo que no la tienes)? ¿Cuántas buenas ideas dejarás escapar por culpa de tu orgullo?
Cuando el desapego entra en acción
El desapego es la antítesis del apego.
Es la capacidad de dejar ir. De rendirse. De dejar que la vida y el universo sigan su curso libremente.
Es la capacidad de fluir con la realidad en lugar de ir contracorriente. Saber aceptar las cosas que no puedes cambiar y dejarlas marchar.
No te estoy diciendo, ni mucho menos, que dejes de luchar. Al contrario, tienes que seguir dándolo todo, en todo momento.
Tienes que continuar persiguiendo tus objetivos y tus sueños. Tienes que trabajar duro por lo que quieres, y jamás debes renunciar a tus proyectos e ilusiones.
Pero debes poder hacerlo sin apegarte, sin aferrarte, sin obsesionarte, sin volverte adicto y, por supuesto, sin sufrir.
Porque, cuando logras desapegarte, dejas, automáticamente de sufrir.
Y entonces te das cuenta de que tu cuerpo recupera toda su energía, que tu mente elimina de un plumazo sus miedos y limitaciones, y que tu alma vuelve a estar en armonía con tu Esencia.
En ese momento, dejas de sentir miedo, estrés, preocupación, ansiedad, frustración, tristeza…
Y todo ello deja paso a sensaciones de alegría, tranquilidad, armonía y plenitud.
Desapego y felicidad
Dentro del enfoque del crecimiento personal y la espiritualidad, el término desapego es clave para alcanzar la felicidad.
Significa ser capaces de sortear las barreras de nuestra zona de confort para dejar de necesitar, de depender, de vivir con miedo a perder dimensiones a las que nos aferramos en exceso.
Intentemos por un momento explicar qué es para nosotros la felicidad.
Hay quien diría que feliz es quien disfruta de grandes bienes, una buena pareja, una holgada cuenta corriente. Todo ello cubre sin duda muchas de nuestras necesidades más básicas.
Sin embargo ¿ofrecen estas dimensiones un sentido auténtico de felicidad?
Una posible definición de felicidad
En realidad, la definición más ajustada sobre lo que es la felicidad no puede ser más simple: felicidad es ausencia de miedo, es no saber qué es y a qué sabe la ansiedad.
Significa básicamente saber amar, apreciar e involucrarnos en las cosas desde un punto de vista más equilibrado y saludable, liberándonos a su vez de esos excesos que nos ponen cadenas y que nos amarran. Que nos cortan las alas.
Practicar el desapego es por tanto el primer paso para alcanzar ese estado.
Es permitirnos ser más libres, más ligeros, menos aferrados a lo que tenemos o lo que nos falta.
Significa también poder y saber darnos a los demás con autenticidad y sin presiones.
¿Qué nos aporta el desapego?
El desapego es un proceso interno que debe emprenderse mientras se permanece inmerso y activo en el resto de los acontecimientos vitales.
Aun así, el desapego nos ayuda a darnos cuenta de una manera más serena de lo que está sucediendo a nuestro alrededor, sin involucramos hasta el punto de llegar al sufrimiento emocional.
Es como ser testigos de los eventos sin que nos afecten de forma directa, nos alejamos de la confusión inmediata y reflexionamos sobre el verdadero significado de los acontecimientos o el comportamiento de las personas.
Esto no significa que debamos negar la existencia de problemas serios que nos pueden desequilibrar. Sin embargo, la mayoría de las veces, los eventos son menos catastróficos de lo que creemos en un principio.
El desapego nos permite vivir una vida intencional basada en nuestros valores, metas y aspiraciones
Nos da la libertad mental para tomar decisiones sobre cómo ser, en lugar de absorbidos por los acontecimientos.
Evaluando menos emocionalmente lo que está bajo nuestro control y lo que no, podremos actuar en consecuencia.
La adversidad no nos romperá de igual manera, o al menos, alcanzaremos una visión más clara para encontrar mejores formas de salir de ella.
Nuestro yo central debe ser independiente de factores externos. Con un desapego sano, obtendremos una sensación de integridad y paz interior mucho mayor.
Podemos estar en soledad con nosotros mismos, sintiéndonos firmes y confiando en que podemos enfrentarnos a las corrientes y obstáculos de la vida.
Cómo practicar el desapego
- Aceptar la realidad. Evaluemos desde el corazón qué podemos cambiar o qué necesitamos dejar ir, cuál es nuestro problema o problemas actuales, y observemos qué estamos haciendo con ello. No todo debemos tomarlo desde el punto de vista personal, pongamos algo de distancia en nuestra visión de las cosas.
- Enfocarse en las soluciones en lugar de en los problemas. Rumiar sobre lo que está mal o podría salir mal solo contribuye al estancamiento y a la derrota. ¿Cómo tratamos con esto? es la pregunta que deberemos hacernos en lugar de pensar que todo está perdido.
- Aceptarse a uno mismo. No te castigues por tus errores. Debemos hacer las paces con nosotros mismos y aceptar que no somos perfectos como cualquier otro ser humano.
- Buscar la estabilidad emocional. Las emociones a menudo parecen ir por su cuenta, aparentemente por propia voluntad. Pero no tienen por qué controlarnos. Debemos desafiarlos para asegurarnos de que nuestros pensamientos en realidad son realistas y constructivos.
- Tomar distancia de las opiniones y acciones de otras personas, incluso cuando estemos en una relación cercana con alguien. Podemos ser solidarios con los demás, pero cada uno tiene su propio camino para avanzar.
- Abrazar la incertidumbre. Si podemos hacer algo para crear claridad, adelante. Si no, vayamos con la corriente y adoptemos la actitud de que tenemos lo que se necesitamos para hacer frente a lo que nos depare el futuro.
- Estar presente en el aquí y ahora. Esta es la regla básica para no caer en manos de la depresión y la ansiedad, solo entonces podremos tomar el control.