Dormir bien se debe poner de moda

En nuestra cultura, dormir poco ha sido hasta hace poco sinónimo de productividad, acción y éxito. Probablemente por la necesidad de estirar la jornada más allá de lo razonable.

Quizá el origen haya que buscarlo en la necesidad de ampliar la jornada laboral (pluriempleo) para poder llegar a fin de mes y, a pesar del cambio radical en las condiciones sociales, se ha consolidado como una costumbre.

Pero las cosas empiezan a cambiar. Del menosprecio del sueño, concebido como un tiempo neutro e improductivo, se está virando, de la mano de los expertos que investigan el vínculo entre dormir bien y la salud física y psíquica, a una nueva concepción social de este tiempo de descanso.

El sueño ya no es la moneda de cambio en cuanto a incremento de actividad vital se refiere, o por lo menos no debería serlo a tenor de lo que se esfuerzan por transmitir los médicos expertos en esta materia.

Es cierto que el debate empieza a cuajar, señala el doctor Javier Albares, director de la unidad del sueño del centro médico Teknon, hay una mayor concienciación sobre la importancia de dormir bien, aunque la realidad es que venimos de una larguísima situación nefasta que nace en la revolución industrial en la que se ha vinculado dormir a una pérdida de tiempo.

Y también de la influencia de la introducción de la luz eléctrica.

Hoy, lo que se considera el tercer pilar de la salud se empieza a introducir en los foros de debate. Si hasta ahora se hablaba de la importancia de la nutrición y de la necesidad de hacer deporte en cualquier simposio sobre salud laboral, la relevancia de dormir bien se está incluyendo en muchos programas.

Descanso y productividad forman un nuevo binomio que observan los empresarios.

No es casualidad, sino que esta concienciación, aún tímida, llega de la mano de las investigaciones científicas en torno a las patologías del sueño.

Joaquín Terán Santos, presidente de la Sociedad Española del Sueño, explica que, a raíz de los estudios sobre las apneas de sueño y su repercusión sobre la salud, por ejemplo, la hipertensión, la obesidad, se empezó a observar también el impacto generalizado de la falta de sueño no sólo de quienes tienen patologías, sino en toda la población.

Se trata así de reflexionar críticamente sobre esta sociedad abierta 24 horas, sobre el impacto de los horarios en turnos cambiantes, sobre la organización horaria de la sociedad española. Este debate hay que articularlo y trasladarlo a la ciudadanía, hay que construir una “cultura del sueño”, señala Terán Santos.

El rotativo The New York Times publicaba la semana pasada un artículo bajo el título “Sleep is the new status symbol” (dormir es el nuevo símbolo de estatus), en que repasaba entre otras cuestiones, cómo en diferentes puntos del mundo no sólo se avanza en tecnologías y aplicaciones para medir el sueño y por tanto controlar su calidad, sino también para mejorarla.

Es el caso, se decía, de la próxima comercialización del sonido de las olas para inducir el sueño.

Si la industria se pone en marcha, quiere decir que el negocio asoma en este binomio entre dormir bien y salud.

Asimismo, y aunque pueda sonar esnob, algunos hoteles están incorporando como reclamo en sus servicios colchones “inteligentes” que modifican su estructura en función del sueño de los clientes, al margen de la colección de almohadas, la calidad de las sábanas o el tono de las luces.

Pero el mejor indicador de que algo está cambiando y de que el sueño gana “relevancia social” es su vinculación a la productividad económica.

Se ha cuantificado aproximadamente en un 1,8% del PIB, lo que supone el efecto de que la ciudadanía vaya a trabajar debidamente descansada, señala Albares, y los empresarios empiezan a ser conscientes.

También se ha introducido el debate sobre la vinculación de dormir bien y el rendimiento académico de los niños.

La cuestión, sin embargo, es no llegar a los extremos y evitar convertir el sueño en un nuevo imperativo moral, sino tener en cuenta que la cantidad de sueño no se determina por la hora de levantarse, inapelable si hay que ir a trabajar o sumergirse en otras rutinas diarias, sino por la hora de acostarse.

Los doctores Albares y Terán subrayan el impacto del sueño en la salud física y emocional.

Por su atípica organización horaria, con largas jornadas laborales que retrasan la hora de ir a dormir, en España la reflexión es más necesaria.

Javier Albares, una de las figuras que trabaja en esta reflexión, señala que, si antes el concepto ritmos circadianos sonaba a chino, ahora ya se empieza a reconocer que el cuerpo tiene un reloj interno que es mejor acompasar con el ciclo natural del día. Todo ello en un país que duerme una hora menos que las sociedades vecinas.

Arianna Huffington, que fue cofundadora del Huffington Post, ha sido una de las principales referencias públicas a la hora de cambiar esta visión sobre el sueño.

En el 2007 y tras varios meses durmiendo entre tres y cuatro horas perdió el conocimiento y se rompió el pómulo al impactar contra el suelo. El accidente la llevó a reflexionar sobre su ritmo de vida, su adicción al trabajo, lo que desembocó en la escritura de “La revolución del sueño”, un libro en el que explica por qué y cómo dormir bien, y donde asegura que un mejor descanso mejora la capacidad de liderazgo.

Productividad, bienestar y también felicidad, capacidad para relacionarse son los conceptos que ahora se vinculan a dormir bien, lo que Terán Santos denomina también "ecología del sueño".

Unos mensajes que hay que apuntalar para que, en línea con lo que señala la Sociedad Española del Sueño, este no vuelva a ser considerado un periodo “neutro”.

En Francia se ha aceptado como subespecialidad la medicina del sueño, algo que empieza a suceder en algunos países y que aquí se solicitará al Ministerio de Sanidad.

Pero el debate no es sólo científico, sino que empieza a expandirse como forma de vida, para que esas horas no sean el desperdicio del día, sino su motor.

Unos beneficios muy saludables

Compartimos ahora algunos tópicos y realidades alrededor del bien dormir que nos permitan tener mejor criterio a la hora de aplicarnos la medicina de “irnos a la cama”.

La media.

Según el CIS, los españoles duermen una media de 7 horas al día, pero la Sociedad Española del Sueño estima que es menos

Seis horas.

Dormir menos de 6 horas al día perturba la actividad de más de 700 genes. Los genes afectados incluyen algunos relacionados con el sistema inmunitario, las reacciones inflamatorias o el metabolismo.

Noche.

Diversos estudios han demostrado que, durante el sueño nocturno, el cerebro consolida lo que ha aprendido durante el día anterior.

Una hora.

En relación con los países europeos, se estima que los españoles duermen una hora menos sobre todo porque se acuestan más tarde.

Siesta.

Los neurólogos han demostrado que la siesta es beneficiosa para el aprendizaje. Así lo demostró una investigación de la Universidad de Harvard aparecida en la revista Nature Neuroscience. En la investigación de Harvard, el grupo de voluntarios que echa una siesta de una hora (ante de participar en ejercicio parecido a un videojuego) mejoraba su rendimiento respecto a los otros voluntarios.

Percepción.

El barómetro del CIS del 2014 indica que el 32% de los ciudadanos cree que duerme poco, mientras que el 63%, lo justo.

Ánimo.

Investigaciones previas han constatado que la siesta mejora el nivel de alerta, el estado de ánimo y la productividad, especialmente en personas que duermen menos de lo que necesitan por las noches (que son la gran mayoría de la población) o bien que desarrollan actividades monótonas, como los conductores.

Inspirado en el artículo publicado en La Vanguardia
12 de mayo de 2017
Autor: Cristina Sen