En la balanza de una adecuada educación emocional, los «te quiero», «te entiendo» o «estoy contigo» deberían prevalecer frente a los «no grites, no hagas, no toques».
No obstante, todos tenemos claro que en el día a día de nuestros hijos los límites no son solo recomendables, sino necesarios.
Sin embargo, las prohibiciones y las advertencias no deben ser ese estribillo constante y perpetuo donde el niño acabe acostumbrándose solo a las negativas, solo a los muros en un mundo donde él desea ver posibilidades y espacios abiertos.
Sabemos que no es fácil hallar este equilibrio.
Educar en realidad es un acto cotidiano no exento de constantes desafíos, ahí donde estamos obligados a aplicar una serie de estrategias basadas en nuestros propios valores y, ante todo, en las necesidades que presentan nuestros hijos.
Porque en ocasiones, cada uno de nuestros hijos demandará un tipo de orientaciones, refuerzos y claves diferentes en base a su carácter, a sus conductas y comportamiento.
Sin embargo, a pesar de la estrategia que usemos en cada niño para resolver sus rabietas, sus miedos o sus necesidades, hay un aspecto que jamás podemos dejar de lado: el afecto y el valor del refuerzo positivo.
De hecho, hay un dato que es imposible menospreciar: el valor intrínseco de la palabra «NO».
Porque… ¿Te has parado a reflexionar en el impacto que puede tener sobre nuestro cerebro si es el término «NO» la sentencia que más escuchamos a lo largo del día?
Nuestro cerebro no entiende la palabra «no»
Este dato es curioso e invita a la reflexión.
Nuestro cerebro piensa en imágenes y cuando nosotros al igual que los niños, escuchamos la palabra «no» lo que experimentamos por encima de todo es una emoción negativa.
No es fácil procesar el concepto de la negación y más si tenemos en cuenta que la mente es muy obstinada, rebelde e incisiva.
En ocasiones, basta con que nos digan aquello de «no pienses en manzanas rojas» para pensar en ellas.
Así, cuando hablamos en términos educacionales, es necesario evitar las negativas a la ligera, los «noes» repetitivos como «no toques, no hagas, no abras eso, no te comas eso, no vayas ahí».
Porque lo que conseguimos con ello son dos cosas:
- Aumentar la sensación de frustración y negatividad.
- A largo plazo, y si usamos en exceso la palabra «no», esta puede perder todo valor.
Explícame por qué no puedo hacer esto y lo otro
Tan fácil como eso.
En lugar de quedarnos con el «no toques o no vayas», lo ideal es recurrir a una sencilla explicación donde se reduce la carga negativa y la confrontación. «Si tocas esto te puedes hacer daño porque corta, porque quema y es peligroso».
«Mamá no quiere que salgas al balcón porque te puedes caer, quédate aquí conmigo y así estamos juntos».
- Tal y como podemos ver en ocasiones recurriendo a una argumentación sencilla y afectuosa se evita muchas veces el término «no», que por sí mismo genera múltiples emociones negativas en nuestro cerebro, tengamos la edad que tengamos.
Así, a la hora de establecer límites, advertencias y las siempre necesarias prohibiciones, es necesario dar un por qué.
Esto requiere parte de nuestro tiempo, mucha paciencia y grandes dosis de cariño.
Pero los resultados bien lo valen.
Disciplina positiva, educar en el afecto y en los «te quiero»
La disciplina positiva no es nueva.
Fue el psiquiatra Alfred Adler (Viena 1870-1937) quien elaboró la teoría del desarrollo social, y en ella, la necesidad de que el niño experimentara siempre de forma cercana y positiva el vínculo hacia su entorno más cercano y la propia sociedad.
Un modo de conseguir esa unión o esa vinculación es a través de la educación, siempre respetuosa e intuitiva, siempre igualitaria y democrática, sin caer en esos juegos de fuerzas donde la sanción, la imposición, el grito o la sensación de miedo constante ante una figura de poder, crea un serio impacto en el cerebro del niño.
A continuación, veremos cuáles son las principales claves de la disciplina positiva, esa donde abundan los «te quiero», los «te entiendo y te apoyo» frente al«no hagas, no digas, no toques, no te muevas».
Cómo aplicar la disciplina positiva
Debemos aplicar una educación motivadora, ahí donde marcar pautas firmes pero motivadoras, así como esos límites que, si bien deben cumplirse en todo momento, debemos argumentarlos para que se entiendan y que el niño se identifique y los asuma con naturalidad sin reaccionar ante ellos.
- Debemos conseguir que los niños se sientan siempre valorados, entendidos y queridos.
- Los errores no se sancionan con gritos ni se critican, sino que se ponen en evidencia para explicarles cómo pueden resolverlos, mejorarlos y superarlos con éxito porque «confiamos en ellos».
- Les enseñaremos además habilidades para la vida: saber respetar, habilidad para resolver problemas, para ser responsables, autónomos, colaborativos…
- Debemos conseguir además que los pequeños tomen conciencia de sus capacidades para potenciarlas, para sentirse útiles, valientes y capaces de conseguir sus propios objetivos.
Para concluir, educar en los «te quiero» no es recurrir a lo fácil ni a lo permisivo.
Es saber desarrollar en nuestros hijos habilidades, capacidades de superación, emociones positivas y el valor de conectar positivamente con todo lo que les envuelve.
Y quien dice habilidades a desarrollar en nuestros hijos, dice también habilidades interesantes para los adultos.
Tuneado del artículo publicado en www.eresmama.com
Autor: Valeria Sabater