De «paciente» a «promotor» de mi propia salud

El inicio del cambio hacia la Sanidad del futuro ya está aquí.

Cada vez hay más información sobre salud, pero con ella también se multiplican las fuentes por las que los ciudadanos pueden acceder a esta información: smartphones, dispositivos y apps que funcionan como poderosas herramientas en pro de la salud conectada y que están provocando un verdadero empoderamiento del paciente.

La salud individual nunca había estado tan valorada ni monitorizada como hasta ahora.

No sólo disponemos de más información, a través de Internet y del fenómeno Big Data, sino que contamos con la tecnología necesaria para gestionar nuestra salud de una manera cada vez más eficiente y directa.

Empezamos a ser “protagonistas de nuestra salud” porque dejamos de ser meros sujetos pasivos dentro del sistema sanitario, para ser más conscientes de nuestra salud y participar en las decisiones que afectan a la misma.

Avanzamos en el denominado en el mundo anglosajón como mHealth, o mobile Health, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como “la práctica de la medicina y la salud pública a través de dispositivos móviles, como teléfonos móviles, dispositivos de monitorización de pacientes, asistentes personales digitales y otros dispositivos inalámbricos”.

Dentro de esta tendencia, que en castellano podríamos denominar como “tecnologías sanitarias conectadas” cabe dedicar una especial mención al papel que están jugando los wearables, dispositivos que incorporamos como una vestimenta más y que nos permiten medir nuestras constantes vitales, controlar nuestras actividades físicas, nuestra alimentación y, en definitiva, nuestros hábitos de vida.

La integración de todas estas tecnologías favorece el hecho de cada vez participemos de forma más activa en las decisiones que afectan a nuestra salud y que seamos más conscientes de los cuidados que necesitamos. Que lleguemos a convertirnos en "pacientes expertos".

“Es la máquina lo que le mantiene con vida”

“Le tienen que desconectar”.

Las frases que algunas personas asocian a la tecnología sanitaria conectada pueden no tener una resonancia positiva y, sin embargo, es esa capacidad de conexión de muchas máquinas de última generación la que puede suponer la diferencia entre la salud y la enfermedad y, lo que es más importante, entre la calidad de vida y la vida sin más.

Éste es uno de los aspectos que se aborda en el informe Future Health Index España 2017 (Índice de la Salud Futura en España 2017) que, como su propio título indica pretende analizar cuál es el nivel de preparación del país ante los retos de la sanidad que viene.

Para ello, hay algo clave: saber la diferencia entre lo que perciben ciudadanos y profesionales en cuanto al acceso a la salud, la integración sanitaria y la adopción de tecnologías de salud conectadas.

Este último punto es especialmente importante si se tiene en cuenta la innovación tecnológica experimentada en los últimos años y el creciente papel que la sociedad puede ejercer no tanto a la hora de tratar la enfermedad, sino de prevenirla.

Así lo resalta en el documento el director del Instituto Cardiovascular del Hospital Clínico San Carlos, José Luis Zamorano, uno de los 25 expertos entrevistados para el informe, cuyas opiniones aparecen reflejadas en él.

“La única forma de mejorar las estrategias de prevención es que el ciudadano tome un papel primordial”, indica Zamorano.

Sin duda, las nuevas tecnologías pueden contribuir a ello, pero no todos los ciudadanos se sienten cómodos con el fenómeno de las nuevas tecnologías sanitarias conectadas ni, sobre todo, se declara capaz de utilizarlas.

Sin embargo, su uso extendido podría ayudar a aliviar de forma considerable la sobresaturación del sistema sanitaria del país.

No obstante, la sociedad puede mejorar sensiblemente en cuanto al conocimiento de este tipo de tecnologías y lo puede hacer de una forma muy sencilla: apoyándose en las opiniones y experiencia de aquellos que resultan pieza capital en su introducción y utilización: los profesionales sanitarios.

Mientras que apenas un tercio (35%) de la población afirma saber cómo utilizar la tecnología correctamente, el porcentaje alcanza el 76% en el caso de médicos, enfermeras y demás personal de este sector.

Es una cifra similar (78%) la de profesionales que consideran que la tecnología sanitaria conectada es la manera más fácil de compartir los datos del paciente con un profesional sanitario, circunstancia que sólo piensa el 34% de la población general.

Según la jefa de Innovación del Hospital Universitario de Cruces, Inés Gallego, la creciente emergencia de tecnologías no sólo está “favoreciendo el incremento de la esperanza de vida”, sino que implica de forma decidida a la implantación generalizada de una “visión más participativa y autonomista del paciente”.

Para lograr esta autonomía el papel de las tecnologías sanitarias conectadas resulta esencial, pero, para que la ciudadanía pueda sacar provecho de ellas, algo que afectaría positivamente a toda la sociedad, el informe pone de manifiesto una necesidad previa: que el ciudadano medio aprenda a utilizarlas.

Al tener en cuenta el gap demostrado en el informe entre lo que conocen los profesionales sanitarios y la población general, resulta evidente que un vector de avance claro será incrementar las sinergias entre las tecnologías vinculadas con el cuidado de la salud.

Como concluye la responsable del Departamento de Genética Médica del Instituto de Medicina Genómica (Imegen, Valencia), María García – Hoyos: “Hay veces que es imperativo que el paciente vaya a la consulta y esté de forma presencial, pero hay otras que se pueden sustituir por otro tipo de consultas a distancia”.

Las webcams, los sistemas de comunicación como Skype o incluso los propios teléfonos móviles, siempre usados de forma simultánea con la tecnología médica de última generación, pueden suponer la diferencia entre que se cubra una necesidad o siga siéndolo.

El Future Health Index España 2017 también ha puesto el foco sobre la diferente percepción que tiene la población y los profesionales sanitarios sobre la integración de los sistemas de salud (mucho menor de lo que creemos: 28,1 puntos de diferencia) y sobre el acceso a la asistencia sanitaria (en este caso se acercan mucho más: 4,1 puntos).

Otros resultados interesantes del índice tienen que ver con la confianza en el sistema sanitario: el 71% de la población general española afirma depositar su confianza en él.

El citado estudio también recoge la opinión de profesionales y ciudadanos sobre la gestión económica del presupuesto en sanidad. Ambos colectivos coinciden en inclinarse porque los cuidados preventivos deberían ser priorizados a la hora de planificar la inversión y el gasto sanitario.

Respecto a posibilidad de intensificar la utilización de las tecnologías que potencian la telemedicina, el estudio revela que solo el 35% de la población afirma saber cómo se utilizan las tecnologías de salud conectadas, porcentaje que aumenta al 76% en el caso de los profesionales de la salud.

Son los jóvenes con estudios universitarios e hijos menores a su cargo los que más uso hacen de las TIC para informarse sobre temas de salud, y los temas más consultados son los referentes a la nutrición y estilos de vida.

Pero también destaca el uso que, de las redes sociales, hacen los pacientes crónicos, ya que les sirven para intercambiar información con aquellos que están pasando por su misma situación.

Esto tiene una clara repercusión en los gastos en Sanidad.

En la actualidad existe un “boom” de personas mayores, pacientes complejos cuya mejor cama se encuentra, en realidad, fuera del hospital, en su propia casa.

Para estos casos, los wearables permiten hacer un seguimiento telemático de estos pacientes y, en muchos casos, evitar ingresos hospitalarios con el gasto que esto supone para la organización sanitaria.

En resumen, el uso de Internet y de las nuevas tecnologías, junto con un nuevo rol activo por parte del hasta ahora denominado “paciente” no sólo pueden transformar los millones de datos sobre salud en conocimiento para los ciudadanos y los profesionales de la salud, sino que mejoren la gestión de los servicios sanitarios e incluso puedan mejorar diagnósticos y salvar vidas, algo que provoca que un nuevo paradigma favorecido por esta transformación digital hacia nuevos modelos de cuidados en salud no sólo sea posible, sino una obligación para las autoridades sanitarias.

En el marco de este nuevo paradigma el “paciente” cambia radicalmente su rol y se transforma en un “haciente”, un paciente inquieto, un paciente experto, un "promotor", en búsqueda activa de su propia salud y por extensión de la salud de todo el sistema.