Con pasión y compasión: nuevos paradigmas del nuevo sistema sanitario

El aumento de la longevidad y por tanto el envejecimiento, la cronicidad de enfermedades que hasta hace poco eran mortales y la creciente soledad que viene facilitando la evolución de las formas de familia que últimamente se han venido imponiendo, están llevado a los sistemas de salud a una extrema presión económica.
  • El gasto mundial sanitario de 7 trillones de dólares en 2015 llegará a ser de 8.7 trillones en 2020, lo que supone un incremento cercano al 25%.
  • En 2030 habrá más de mil millones de personas mayores de 60 años.
  • En el año 2012 se produjeron 56 millones de muertes de las cuales, prácticamente el 70% se debieron a cuatro grandes causas crónicas.
  • El 50% de las personas mayores de 80 años se sienten muy solas.
Es un hecho que los actuales sistemas de salud de las sociedades occidentales no están preparados para este nuevo escenario que no han sabido anticipar.

Los actuales sistemas de salud, concebidos en un momento concreto del estado del arte tanto de la ciencia de la medicina como del concepto de sociedad del bienestar, se diseñaron para salvar vidas y vencer a la muerte, no para atender la creciente población que precisa de cuidados y exige mantener una calidad de vida suficiente como para disfrutar de su existencia.

No es suficiente con asegurar la vida, además el ciudadano espera tener suficiente calidad de vida.

La solución a este círculo vicioso es empezar por el final y volver a lo esencial del sistema: cuidar del bienestar de las personas.

Los cuidados paliativos, con su misión de cuidar y consolar siempre, y curar cuando sea posible, nos muestran el camino.

Pero también requieren renovar su modelo, pasando a tener una visión más social y comunitaria y evitando responder a la disminución funcional del paciente al final de la vida con un aumento de servicios sanitarios, especialmente hospitalarios, a base de incrementar las pruebas diagnósticas y terapéuticas.

Cuando se reequilibran los cuidados paliativos hacia una visión integrada que pone la compasión en el centro, la atención se diversifica en tres ejes: necesidades sanitarias, de cuidados personales, y de apoyo.

Al hacerlo se producen ahorros importantes en hospitalizaciones y procedimientos quirúrgicos que, además de frenar la espiral de gasto, permiten reinvertir ese dinero en programas de servicios sociales y desarrollo comunitario. El resultado de todo ello es mayor eficacia clínica, mayor satisfacción del paciente y su entorno, e incluso mayor motivación de los profesionales.

Adoptar este modelo más allá de los cuidados paliativos, extendiéndolo a otras fases previas a la declaración de “estado de enfermedad”, es el único camino sostenible para hacer frente a los retos que tenemos por delante.

Necesitamos cambiar el orden actual de las prioridades en los sistemas de salud: su misión debe orientarse a mejorar la vivencia del paciente y disminuir su sufrimiento, tratando no sólo de curar, sino también de cuidar.

Se trata de una transformación de la cosmovisión –Weltanschauung– y del paradigma del sistema de salud actual, que sólo es posible a través de un proceso de innovación basada en la compasión.

En nuestra cultura la palabra “compasión” ha adoptado una connotación un tanto negativa, al ser sinónimo de sentir lástima o pena por alguien, colocando a la persona que la experimenta en un nivel superior la que sufre, la cual pasa a verse desvalida e indefensa.

El resultado de esta concepción es la creación de relaciones de poder desequilibradas que hace que a la mayoría de nosotros no nos resulte muy atractivo generar este tipo de sentimiento en los demás.

Por fortuna, hay otra manera de entender la compasión mucho más constructiva y beneficiosa. Si partimos de las premisas de que todos los seres experimentamos cierto grado de malestar o sufrimiento en algún momento de nuestra existencia y de que poseemos en nuestro interior la capacidad potencial de afrontar satisfactoriamente estos estados, el significado de la palabra “compasión” cambia radicalmente.

La actitud compasiva pasa a ser entonces un recurso que nos proporciona la capacidad de ser conscientes de cuando el otro necesita nuestro apoyo sabiendo que este hecho no nos hace mejores o más poderosos que esa persona, ya que tenemos el convencimiento de que tarde o temprano nosotros mismos necesitaremos de la compasión de otros y de que el ser humano que tenemos delante es potencialmente capaz de sobrellevar su sufrimiento con dignidad.

La compasión bien entendida constituye una herramienta muy valiosa y necesaria para brindar a los demás lo que en psicología se denomina “apoyo social”.

Este concepto no hace más que nombrar algo que los seres humanos llevamos haciendo desde tiempos lejanos: echarnos una mano los unos a los otros en los momentos difíciles.

Si la innovación significa hacer las cosas de manera diferente para obtener un mejor resultado y la compasión se concreta en la capacidad de movilizarnos para ayudar a aquel que sufre, la Innovación basada en la Compasión podemos definirla como la modificación de los diferentes elementos organizativos, asistenciales, sociales y tecnológicos para aportar una mejor atención a la persona que sufre y sus cuidadores, mejorando el bienestar de ambos.

La Innovación basada en la Compasión es, por tanto, en primer lugar, innovación social, dirigida a devolver el valor de cuidar a la sociedad, mediante el desarrollo de comunidades y ciudades compasivas.

Trabajar la compasión en la comunidad va más allá de fomentar grupos de voluntariado: es crear un escenario en el que las personas en su propio ámbito familiar puedan, quieran y sepan ayudar a los que sufren.

La Innovación basada en la Compasión es, además, innovación organizativa, que modifique los principios organizativos y modelos de gestión, priorizando el cuidado de la gente en su propio domicilio, creando incentivos de contratación basados en la aportación de valor y no en la mera prestación de servicios, mejorando la coordinación entre niveles asistenciales y detectando y protegiendo del sufrimiento innecesario también de sus propios profesionales.

La Innovación basada en la Compasión debe ser, en tercer lugar, asistencial, y promover la escucha activa y la inteligencia social como herramientas fundamentales del sistema.

Y finalmente, puede ser tecnológica, aprovechando las nuevas tecnologías no para mecanizar la medicina, sino para lo contrario, para humanizarla, liberando a los profesionales de las tareas burocráticas y convirtiendo la compasión en la inspiración de las nuevas inversiones tecnológicas.

Innovar desde la perspectiva de “cuidar siempre y curar cuando sea posible” es mirar las cosas de manera diferente. La actitud compasiva, como prisma a través desde el cual reorientar la priorización de las necesidades de atención, es un punto crucial de partida para mejorar los resultados de nuestros sistemas de salud.

Será una forma de volver a poner el foco de la atención del sistema en la persona en lugar de en la enfermedad y además racionalizar el gasto, eliminando improductividades y adecuando el gasto a las necesidades reales de los usuarios del sistema.

EN reconocimiento de D. Emilio Herrera,
Presidente de New Health Foundation

de quien aprendí el concepto de "Innovación basada en la Compasión"