Cerebro Mindfulness: Cómo combatir los pensamientos negativos

La neurociencia y la búsqueda constante de una mejor calidad de vida asociada a la salud se han unido para brindar nuevos recursos terapéuticos tanto a los pacientes como a las personas sanas que se responsabilizan de sus hábitos para seguir estando sanas.

El Mindfulness se presenta hoy como uno de ellos.

Esta práctica de la atención plena y consciente se define como una capacidad humana universal y básica que brinda la posibilidad de ser conscientes de los contenidos de nuestra mente momento a momento.

Una de las dificultades más frecuentes que se presentan a nivel del intelecto es la inclinación del cerebro a los pensamientos negativos, razón por la cual mantener un estado de conciencia sobre este fenómeno permitirá detectar mecanismos y activar recursos que posibiliten identificar dicha inclinación y actuar en consecuencia.

Nuestro cerebro presenta tres estadios evolutivos que mapean nuestras demandas fundamentales: las necesidades de seguridad, las de satisfacción y las de conexión, y el ser humano puede actuar ante ellas de diferente forma.

Cuando logramos responder saludablemente a dichas necesidades, el cerebro alcanza un estado de balance y homeostasis, lo cual se denomina modo adaptativo.

Sin embargo, existen circunstancias en las que estas demandas no se llegan a satisfacer, y rige en nuestro cerebro una sensación de desbalance y de disturbio.

Se trata de un mecanismo que ocasiona una sensación de miedo en lugar de seguridad, de frustración en lugar de satisfacción y de aislamiento en lugar de conexión.

Este modo, que da lugar a lo que se llama urgencia de ansia, se lo denomina reactivo.

Efectos del estrés

Frente a estas situaciones, el organismo requiere mayores recursos para actuar, se agita y suma cargas de estrés.

Cuando existe estrés crónico, la amígdala cerebral (pequeña estructura relacionada con el control de las emociones y las respuestas de amenaza y miedo) se hiperactiva y se hipertrofia, la corteza prefrontal no es capaz de regular adecuadamente las emociones ni la toma de decisiones, y se comprometen el aprendizaje y la memoria.

El ser humano tiene incorporados ambos modos: el adaptativo y el reactivo.

Este último es el que nos ayudó a sobrevivir a lo largo de la historia evolutiva y, si funcionamos saludablemente, sólo se activará en casos de emergencia o ante aquellas situaciones que pongan en riesgo nuestra supervivencia.

El problema es que la mayoría de nosotros activamos este modo de manera innecesaria de forma cotidiana, lo que produce estrés y sufrimiento.

Si bien no es posible modificar la estructura y naturaleza evolutiva del cerebro y no tenemos elección sobre nuestras necesidades básicas de seguridad, satisfacción y conexión, sí tenemos la alternativa de saber en qué modo nos encontramos y desde qué lugar estamos eligiendo que nuestro cerebro se active.

Para actuar desde un modo adaptativo, necesitamos generar más recursos saludables que permitan satisfacer nuestras necesidades y que, llegado el caso de adoptar un modo reactivo, tengamos la capacidad de identificarlo y trasformarlo a un modo respuesta.

Importancia del nervio vago

Al trabajar los recursos positivos se incrementa nuestro tono vagal, nervio que conecta partes del cerebro con el corazón y otras áreas del cuerpo.

Cuando existe un tono vagal alto, la sensación es de calma, relajación y tranquilidad, mientras que cuando se encuentra más bajo, está asociado a depresión, a sensación de malestar, a fatiga y a falta de energía.

Un detalle no menos importante es que más de dos tercios de nuestros atributos psicológicos, incluyendo recursos mentales y fortalezas, tienen su origen en factores no heredados, es decir, se vinculan más con aprendizajes, adquisiciones e influencias ambientales que con el propio ADN.

Entonces, si la gran mayoría de los recursos son adquiridos, es posible hacer intervenir sobre ellos.

Conciencia, atención y aprendizaje

La pregunta que surge a partir de esto es: ¿cómo adquirir recursos saludables si nuestro cerebro tiende a absorber más rápidamente emociones y pensamientos negativos?

La clave está en nuestra forma de aprender, de prestar atención y de darnos la posibilidad de practicar y ejercitar repetidamente nuestro cerebro.

Los recursos mentales son adquiridos en dos estadios.

Primero tenemos una experiencia y, si se generan o se repiten ciertas situaciones en una instancia posterior, dicha experiencia puede volverse un efecto permanente.

Es decir, pasamos de la codificación a la consolidación, de la activación a la instalación.

Existe un sinnúmero de mecanismos a través de los cuales es posible aprender en un sentido estrictamente neurofuncional.

El concepto en el que desembocan todos ellos es neuroplasticidad asociada a la experiencia.

La neurociencia ha demostrado que el cerebro tiene la capacidad de cambiar su estructura y funcionamiento mediante la información que fluye a través de él, incluyendo lo que llamamos experiencia consciente.

Mindfulness

Aprender a cultivar estados mentales positivos y recursos mentales saludables no es imposible ni mágico.

Requiere de aprender a aprender, y Mindfulness se constituye como un recurso terapéutico con aprobación neurocientífica que habilita este proceso.

Conocer el contenido de nuestros pensamientos sin quedar atrapados en ellos facilita la aceptación de nuestros estados emocionales, tanto placenteros como displacenteros, lo que genera una plataforma auténtica desde la cual lidiar con nuestra propia vulnerabilidad.

Además, nos permite generar recursos mentales positivos que brindan seguridad, confianza, satisfacción y conexión, liberando pensamientos negativos recurrentes y dando lugar a nuevas ideas, nuevas estrategias y mayor creatividad.

Esto promueve el desarrollo y la generación de recursos mentales que soportan el bienestar del ser humano, lo que posibilita la aceptación y la relación de manera saludable con los desafíos externos y con aquellos que provienen de nuestro cuerpo y mente.