Tu cerebro cambia con cada cosa que piensas

Jessica Mouzo Quintáns entrevista al investigador Álvaro Pascual-Leone, profesor en la Escuela de Medicina de Harvard quien inicia un proyecto para estudiar los mecanismos cerebrales que previenen enfermedades.

Un halo de misterio sigue cercando al cerebro, uno de los grandes desconocidos de la ciencia. En el azaroso trabajo de despejar los enigmas de ese kilo y medio de redes eléctricas que forman millones de neuronas anda el investigador Álvaro Pascual-Leone, decano asociado de Ciencia Clínica y Traslacional de la Escuela de Medicina de Harvard.

El médico (Valencia, 1961) ha invertido 30 años en estudiar la plasticidad cerebral, lo que hace que el cerebro pueda adaptarse a los retos que se le presentan. Pascual-Leone se afana en comprender los mecanismos que controlan esa plasticidad para intentar luego modificarlos y reconducir hacia un estado óptimo el comportamiento del paciente. El neurólogo es uno de los mayores expertos del mundo en el campo de la estimulación magnética cerebral, una técnica no invasiva para manipular conexiones neuronales de forma que mejore la salud cerebral del paciente. Con su mochila de conocimientos—incluida esta estimulación no invasiva del cerebro—, Pascual-Leone se ha embarcado ahora en un nuevo proyecto liderado por el Institut Guttman de Barcelona. El médico quiere adelantarse a la aparición de enfermedades neurológicas y se ha propuesto buscar y estudiar 3.000 cerebros sanos. El estudio, el Barcelona Brain Health Initiative (BBHI), quiere encontrar los marcadores biológicos que mantienen sano al cerebro y localizar los mecanismos que ayudan a protegerse de enfermedades. Prevenir antes que curar.

¿Por qué este proyecto?

Este estudio va dirigido a intentar entender la salud cerebral, pero el cerebro sano no es concebible en ausencia del resto de los órganos. El esfuerzo es ver cómo los otros órganos impactan sobre el cerebro y cómo el cerebro, en su función, impacta sobre el resto de órganos y enfermedades.

¿Emplearán para ello la estimulación magnética transcraneal?

Sí. La estimulación transcraneal es una forma de estimular y activar zonas cerebrales sin cirugía, de forma no invasiva. Eso permite potencialmente modificar circuitos cerebrales y por lo tanto explorar formas de tratamiento que sea muy dirigidas a las disfunciones de esas redes. Pero, al mismo tiempo, también nos permite evaluar el estado de las conexiones, perturbar un punto del cerebro y ver cómo se adapta a esa perturbación. Eso es un aspecto diagnóstico que nos permite ver cómo de eficaces son los mecanismos de plasticidad del cerebro y, por lo tanto, da una medida del estado de salud del cerebro.

¿En la plasticidad está la clave de la buena salud cerebral?

La plasticidad cerebral, la capacidad del cerebro a adaptarse a las demandas externas, es intrínseca del cerebro, no desaparece, no se acaba. Pero la eficacia de los mecanismos de plasticidad —qué circuitos cambian, cómo de rápido la hacen— cambia a lo largo de la edad. De hecho, parte de lo que define a un cerebro sano es tener unos mecanismos de plasticididad mantenidos: un cerebro sano es un cerebro plástico, con capacidad de cambiar. Si uno pierde demasiada eficacia en esos mecanismos, puede ser el primer paso a una enfermedad. Aunque tampoco es bueno un sistema excesivamente plástico. Hay enfermedades, como el autismo, que se caracterizan por un exceso de plasticidad.

¿El cerebro envejece con la edad?

El cerebro cambia con la edad. Es cierto que hay unas capacidades que pierde, pero también otras que gana. Y eso es lo que define el hecho de que la forma de pensar de una persona de 80 años —en plenitud de sus capacidades mentales— es distinta a cuando uno tiene 20. Pero esa diferencia es buena. Pensar que cambiar con la edad es negativo es un error. La sabiduría también supone un cambio a nivel cerebral del tipo de conexiones.

¿Hasta qué punto se puede prevenir el deterioro cognitivo?

Esta es una de las preguntas que contestaremos con el estudio, pero sabemos que hay un porcentaje de gente, una de cada cinco personas, que a pesar de hacerse mayor nunca desarrolla una enfermedad neurológica o psiquiátrica, lo que significa que es posible mantenerse cognitivamente intacto. Pero hay otra gente que desarrolla patologías. La pregunta es cómo hacer para promover, en esos que tienen el riesgo, el tipo de funcionalidad que tienen aquellos que no desarrollan enfermedades.

¿No influye la genética?

La genética juega un papel en esto, pero también sabemos que el patrón de vida y los cambios epigenéticos (la educación recibida, la infancia…) juegan un papel específico. Hay redes neuronales que determinan la probabilidad del cerebro de resistir la patología y prevenir discapacidades. Si somos capaces de encontrar esas redes vamos a ser capaces de modificarlas o de intentar guiarlas para maximizar esa resistencia.

¿Habla de cambiar o manipular el cerebro?

Cuando estudias, cuando lees, cuando vas al colegio, ya estás cambiando tu cerebro. Con cada cosa que haces, incluso que piensas sin decirla, con cada cosa que experimentas, tu cerebro cambia. Estar vivo es una condena a que tu cerebro vaya cambiando hasta que te mueres. El reto es darse cuenta de que ese cambio del cerebro no necesariamente es bueno o malo para ti, simplemente forma parte de cómo funciona nuestro sistema. Todo es cuestión de saber cómo guiar esos cambios, cómo esculpir el propio cerebro, de rodearse de influencias que lleven a lo mejor para el individuo.

¿Dónde están los límites para esculpir el cerebro?

Vienen dados por los mecanismos de plasticidad mismos. Sabemos que la plasticidad tiene dos pasos: el primero, cambiar la eficacia de las conexiones que existen; y otro, a base de cambiarlas, generar nuevas conexiones. Pero generar nuevas conexiones sin nada de principio no es fácil. Hay una diferencia de salida que define el mapa de carreteras que uno tiene. Ese mapa puede ser modificable, pero necesitas las carreteras iniciales.

Esta entrevista aparece publicada
en El País del día 13-03-2017