Así afecta la personalidad a tu salud

Muchos escritos de autoayuda han popularizado la idea de que las enfermedades no son más que una manifestación de los problemas del espíritu.

No es nuevo. El vínculo entre nuestra forma de ser y los achaques que sufrimos ya se sospechaba desde la Antigüedad.

El griego Hipócrates y el romano Galeno dividieron a los seres humanos en cuatro tipos psicológicos, cada uno de ellos vulnerable a determinados problemas.

Los coléricos, por ejemplo, aúnan, según la medicina antigua, su tendencia a ser autosuficientes y ambiciosos con la propensión a no cuidarse, a padecer problemas cardiacos y a engordar y adelgazar con facilidad.

Dos mil años después de estos intentos pioneros de investigación, la ciencia intenta sistematizar la relación entre el temperamento y el manejo de la salud.

Los científicos buscan correlaciones entre rasgos de personalidad y tipos de enfermedad, y elaboran hipótesis para dilucidar si estas asociaciones se deben a una base bioquímica común o a que uno de los factores sea causa del otro.

La relación entre estado de salud y personalidad

El trabajo, dirigido por la profesora Virginia Dresch, ha conseguido evidenciar que existe una relación entre la salud percibida por los individuos y los estilos de personalidad.

En concreto, el grupo de investigación de la UCM “Estilos Psicológicos, Género y Salud” ha encontrado que aquellas personas con un estilo de personalidad más flexible y adaptativa son también las que dicen gozar de una buena salud, física y psicológica, pocas dolencias, ...

Este estilo de personalidad se caracteriza por rasgos como la extroversión, la propensión a actuar para modificar su entorno, ...

Y, al contrario: aquellos que declaran tener peor salud, suelen tener un estilo de personalidad menos adaptativo.

Hasta la fecha, la evidencia encontrada en la relación entre personalidad y salud o enfermedad era excesivamente débil.

Diversos estudios consideran que esto podría deberse a que las categorías analizadas fueran demasiado heterogéneas o, por el contrario, a que se centraran tan sólo en rasgos aislados de la personalidad.

Sin embargo, en este trabajo sí se ha encontrado una evidencia clara, lo que se debe, según explica Virginia Dresch, a la utilización de el Modelo de personalidad de Theodore Millon, que se caracteriza por ser un modelo integrador entre salud y factores psicológicos.

El Modelo de personalidad de Theodore Millon

Desarrollado en los años 60 y reformulado en los 90 incorpora los principios evolutivos propuestos por Darwin y son utilizados por este psicólogo para comprender la adaptación psicológica de los sujetos al entorno.

Así, la personalidad se entiende como una forma más o menos adaptativa que se manifiesta de manera casi automática en todas las áreas de la actividad psicológica.

Según explica Virginia Dresch, “al ofrecernos instrumentos de medida que parten de un modelo teórico, podemos analizar de manera integrada los estilos de personalidad y la relación entre ellos, ofreciéndonos un referencial para interpretar lo que ocurre en el interior de las personas”.

Para la realización del estudio se utilizó una muestra de 300 participantes sobre los que se midieron las variables de personalidad, salud física (dolencias y salud percibida), y salud psicológica (ansiedad, autoestima y satisfacción personal).

Según concluyen sus resultados, “una personalidad mal adaptada, entendida como tendente a experimentar emociones negativas de forma pasiva, con una inestabilidad emocional de fondo, y con tendencia a inhibir esas emociones en la interacción social constituye un caldo de cultivo para una peor salud”.

Por otro lado, manifiesta, “los estilos de personalidad asociados con buena salud se caracterizan por hacer frente a los eventos vitales con optimismo y determinación, utilizando a los demás como fuente de información y manteniendo relaciones interpersonales basadas en la autoconfianza”.

¿Existen formas de ser que incrementan o reducen nuestro riesgo de padecer una dolencia concreta?

Es importante estudiar la estrecha relación que existe entre la personalidad y la salud para entender que somos responsables de nuestro estado de salud.

El 90% de las enfermedades que padecemos son emocionales.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el término salud no debe definirse tan sólo como ausencia de enfermedad, sino como “un completo estado de bienestar físico, social y mental”.

Es lógico pensar que el vínculo entre la personalidad y nuestra manera de percibir lo que nos rodea (pensamientos y comportamientos) juega un importante papel en la determinación de nuestro estado de salud.

Pero seamos más concretos. La relación entre personalidad y enfermedad puede observarse más claramente en el terreno de la salud mental.

Por ejemplo, se sabe que las personas sociables tienden a ser más felices que las tímidas.

Asimismo, quienes muestran inestabilidad emocional suelen perturbarse con facilidad, tienen una baja autoestima y son más propensas a la depresión que el resto de la gente.

Patrones de Conducta

En el discurrir del tiempo se han descrito y clasificado distintos patrones de conducta.

Cada uno de ellos se ha asociado a una enfermedad específica.

Patrón de Conducta Tipo A, (PCTA)

Observado por los cardiólogos Friedman y Rosenman en la década de los años 50.

Asociado a pacientes con cardiopatías isquémicas.

Sus rasgos y características comunes son los de aquellas actitudes que muestran una lucha por lograr el mayor número de cosas en el menor tiempo posible, contra los esfuerzos de otras personas y los elementos del mismo ambiente.

Se observó que este tipo de pacientes tenían más probabilidad de presentar angina de pecho o infarto de miocardio.

Lo consideraron un factor de riesgo asociado al consumo de tóxicos, conductas agresivas o violentas. Se establecieron, entre otros, rasgos patológicos como la hostilidad o reacción agresivas al entorno, la competitividad, impulsividad y alexitimia (dificultad para identificar y expresar emociones, sentimientos o afectos).

Un estilo autoritario y dominante, necesidad de control, escasa empatía, sobre-implicación laboral o metas rígidas son otros rasgos característicos de este patrón.

Patrón de Conducta tipo B, (PTCB)

Es el que se enmarca como saludable. Los rasgos que componen este patrón son los de aquella persona tranquila, relajada, empática, asertiva, abierta a las relaciones sociales y con tendencia a focalizar su objetivo en un mayor bienestar emocional.

No hay hostilidad y es consciente de sus limitaciones.

Se suele definir como la no presencia de un Patrón de tipo A.

Patrón de Conducta de tipo C, (PCTC)

Es sin duda, el más nombrado a la vez que reconocido, por estar asociado con enfermedades cancerígenas o crónicas.

Morris y Greer identificaron este patrón en 1980, a pesar de que Galeno (S.II A. C) ya mencionaba la asociación entre determinados perfiles de personalidad con el desarrollo del cáncer.

Los rasgos establecidos para este patrón son: inhibición o supresión de emociones negativas, como la ira; dificultad para afrontar situaciones estresantes; bajos niveles de asertividad y hostilidad y altos niveles de ansiedad preocupación y sumisión.

En este último grupo existe una vocación de servicio a los demás, auto-sacrificio y complacencia.

Los principales rasgos patológicos en este patrón son la supresión-inhibición-negación de emociones negativas y la incapacidad para afrontar las situaciones estresantes.

Conclusiones

Para concluir, cada patrón de conducta puede desarrollar enfermedades mentales o físicas, pero también evitarlas, aceptarlas o recuperarse de una manera más rápida.

El ejemplo más claro es que aquellas personas de carácter amigable son más felices y por ende tienen menos probabilidades de padecer depresión.

Lo contrario le ocurre a quienes son emocionalmente inestables y de baja autoestima.

Adaptarse a un patrón u otro es cuestión de análisis y voluntad. Los cambios suceden luego en la vida diaria y cada cambio, por muy pequeño que sea, es una victoria.

Los resultados de estos trabajos pueden ser muy útiles para la elaboración de políticas de prevención de la salud, así como para la práctica profesional en este ámbito, incluyendo la personalidad como uno de los pilares más importantes en el tratamiento de la enfermedad.

Es importante tener en cuenta que los estilos de personalidad pueden proteger la salud o hacerla más vulnerable, y así, utilizar este conocimiento en la práctica clínica a través de una labor multidisciplinar en la que pueden participar médicos, psicólogos, enfermeros y sociólogos, para dotar al individuo de técnicas más adaptativas, como estrategias activas para afrontar las adversidades, expresión de las emociones negativas, ....