Apreciatividad: El Arte De Percibir Lo Valioso

La Apreciatividad es una capacidad humana de alto impacto en la calidad de vida de las personas y en los resultados de las organizaciones.

Es la habilidad de ver el todo y seleccionar deliberadamente lo mejor y lo preciado.

Es construir el futuro con el potencial del presente.

El enfoque apreciativo incluye una negatividad saludable y reduce la negatividad desalentadora.

Con motivación, determinación, disciplina y herramientas concretas es posible aumentar nuestros niveles de apreciatividad.

La Apreciatividad es un “músculo” que se ejercita

La fábula

Un discípulo se mostraba ansioso de recibir las más altas enseñanzas, por eso no dudó en preguntar a su maestro:

―Por favor, señor, ¿qué es la belleza?

―La belleza está en las personas y en la vida de cada día ―respondió el maestro.

Decepcionado, el discípulo protestó:

―Pero en las personas que me rodean y en la vida de cada día solo encuentro rutina y vulgaridad, yo no veo la belleza por ningún lado.

El maestro dijo:

―Esa es la diferencia. Unos la ven y otros no la ven.

Etimología

El término apreciar viene del verbo latino appretiāre, y significa “reconocer y estimar el mérito de alguien o de algo”, como también “sentir afecto o estima hacia alguien”.

Este rápido paseo por el significado de la palabra “apreciar” nos muestra que cuando estamos apreciando algo llevamos a cabo una serie de actividades, de movimientos internos en nuestro ser: reconocemos, estimamos, sentimos afecto, ponemos precio, valoramos.

El principal problema que tenemos las personas es que no solemos hacer un alto para reconocer, descubrir y apreciar las cosas, los sucesos y personas que nos rodean, incluidos nosotros mismos.

Podemos verlo más de cerca, tan de cerca como nuestra propia vista.

Seguramente quien ahora esté leyendo, difícilmente tenga conciencia del valor intrínseco de poder ver o incluso piense cuán feliz le hace esta capacidad de visualizar.

Y es así porque es tan normal que veamos que no solemos reconocerla; excepto si nos faltara.

Entonces, pensaríamos en la gran suerte de poder ver y cómo no la apreciábamos en su justa medida cuando disponíamos de ella.

Las palabras nunca llegan a representar algo en su totalidad, en el mejor de los casos siempre serán una aproximación.

Y esta es, a mi entender, la definición que más se acerca al verdadero significado de apreciatividad.

La capacidad de apreciar es una cualidad inherente al ser humano y todos tenemos una cierta disposición a ejercitarla en mayor o menor medida.

¿Qué es lo contrario de apreciar y valorar?

Si buscamos en el diccionario de antónimos nos encontraremos con palabras como desprecio, desagradecimiento o desvalorización.

Actitudes que, por suerte para nuestra humanidad, no son las que más abundan en la mayoría de los seres humanos.

Entonces, si las actitudes de desprecio y desvalorización no son las que más abundan, ¿por qué preocuparme por la apreciatividad?

Porque lo que sí abunda es la indiferencia.

No tengo una actitud despectiva y de desprecio hacia mi ducha caliente, no manifiesto desprecio hacia mis padres, no desvalorizo a mis amigos, no soy una desagradecida de la vida.

Pero esto no significa que los aprecie y los valore.

Del mismo modo que la ausencia de malestar no es garantía de felicidad, la ausencia de desprecio, desvalorización o desagradecimiento no indican aprecio y valoración.

Necesitamos desarrollar nuestra apreciatividad no para combatir el desprecio y la desvalorización, sino para contrarrestar nuestra actitud indiferente.

No solo para apreciar lo extraordinario de las personas, sucesos o cosas, sino, principalmente, para valorar lo corriente y lo cotidiano.

Solemos ser indiferentes a momentos, cosas y personas por encontrarnos desconectados de la realidad, por nuestra búsqueda de la perfección, por los altos estándares con que medimos las cosas y a las personas, por estar más en el pasado o el futuro que en el presente.

Por pensar más en cómo las cosas deberían ser en vez de tomarlas y disfrutarlas tal cual se nos presentan.

Lo que logramos al aumentar nuestra apreciatividad es apasionarnos por encontrar lo mejor.

Desafiando, de este modo, la indiferencia, la insensibilidad, el desinterés, la apatía y la tibieza.

Al desarrollar nuestras habilidades apreciativas descubrimos mayor cantidad de fuentes inestimables de aprecio en la cotidianeidad.

Lo cotidiano se hace invisible

Lo cotidiano es como un profundo océano del cual nosotros no vemos el agua por estar inmersos en ella.

Cada tanto debemos asomar las narices a la superficie para darnos cuenta de dónde estamos inmersos y regresar luego a las bellas profundidades con ojos curiosos, ávidos de percibir la abundancia y el potencial que nos rodea, y ser capaces de descubrir esos instantes.

La vida no está envuelta con un lacito… pero sigue siendo un regalo

Tuneado del libro “Apreciatividad: el arte de percibir lo valioso”

Autor: Laura Isanta