El amor a primera vista no existe

Románticas y románticos pueden desvanecerse al leer esta entrada: un estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores de los Países Bajos determinó que el amor a primera vista no existe.

Según publicó la revista Personal Relationships, este flechazo tan popular en la ficción tiene más que ver con el deseo que con el amor.

Investigación

Los científicos basaron su estudio en tres pruebas: una encuesta, un estudio de laboratorio y una serie de citas rápidas.

Los especialistas advirtieron que las personas que se sentían atraídas físicamente por otras eran más propensas a decir que sentían amor a primera vista.

En este estudio los investigadores usaron la Teoría Triangular del amor como mecanismo que ayuda a explicar el complejo fenómeno del amor y las relaciones interpersonales amorosas.

Esta Teoría fue propuesta por el psicólogo Robert Sternberg, y describe los distintos elementos que componen el amor: intimidad (cariño), pasión (encaprichamiento) y compromiso (amor vacío), así como las posibles combinaciones de estos elementos a la hora de formar los diferentes tipos de relaciones: Amor Romántico (Pasión + Intimidad), Amor Sociable (Intimidad + Compromiso) y Amor Fatuo (Pasión + Compromiso).

Al mismo tiempo, agregaron un elemento al que denominaron eros, basado en altos niveles de pasión.

Es considerada una teoría útil, ya que nos ayuda a entender este sentimiento tan complejo que, además de ser muy importante en nuestras vidas, es la base de muchas de nuestras relaciones interpersonales.

Tras analizar a los participantes, los investigadores sostuvieron que el amor a primera vista no está relacionado con el amor pasional ni con el amor en general sino con el deseo y la atracción física.

Tu y tus circunstancias

Federico Fros Campelo, investigador experto en neurociencia y autor de “Ciencia de las emociones. Los secretos del cerebro y sus sentimientos” de Ediciones B, concreta que hay detrás de este proceso denominado “amor a primera vista”.

“La atracción sexual por alguien, el deseo de relacionarte con él y la preferencia que te genere tienen que ver con tu historial (con lo que tu cerebro aprendió que es bueno para tí, por ejemplo) y todo tiene que ver con el contexto (tu estado de ánimo, las hormonas y el resto de la bioquímica)”, apunta.

El experto en neurociencia afectiva y social es categórico a la hora de referirse al tan mencionado “flechazo”:

“No estoy de acuerdo con el pensamiento ampliamente extendido de que se puede dar el caso de conocer a alguien por primera vez, y esa persona te puede llegar a deslumbrar, y llegues a sentir como si fuerais el uno para el otro eternamente y además el universo conspirara para ello”.

El investigador asegura que este enamoramiento “depende totalmente de la situación, de la atención, del comportamiento (postura, gestos, …) del otro, de las experiencias anteriores y del momento actual” de cada persona.

Está demostrado que nuestros procesos cerebrales se inician a nivel no consciente.

En particular, ocurre con las emociones: un estímulo emocional primero se procesa sin que te des cuenta, y a continuación llegan a tu consciencia los resultados de lo que hacen tus neuronas”, amplía Fros Campelo.

A la vez, el especialista sostiene que “el cerebro puede procesar los estímulos de una persona sin que nos demos cuenta”. Esto es así porque “las partes del cerebro que procesan un rostro ven una cara antes de que el individuo la vea conscientemente”.

La preferencia sigue un mecanismo universal

Fros Campelo refiere un punto interesante y poco difundido a la hora de hablar de esa primera impresión en la que supuestamente nace el amor.

“La familiaridad de un producto en el mercado es algo que puede hacernos preferirlo.

¿Te diste cuenta de que, cuando todos consumen un determinado producto, dicho producto termina gustándote a ti también? Lo mismo puede suceder con una cara”, ejemplifica el escritor.

En esa línea, postula que pudiera ocurrir que “esa persona que consideras que te gusta sólo se parezca a otra por la cual se tuvieron sentimientos previamente.

El cerebro decodifica esto sin que nos demos cuenta y tal vez nos genere una preferencia por alguien que nunca hemos visto; las razones radican en su similitud con preferencias previas ya forjadas en nuestro cerebro”.

Las emociones también juegan

En cuanto a las emociones que intervienen, el neurocientífico menciona que “si hablamos de amor, podría decirse que en nuestro cerebro hay distintos circuitos”.

Pero en lo que se refiere específicamente al “amor romántico”, no tenemos limitarnos solamente al terreno del cerebro, ya que además intervienen unos químicos que actúan entre las neuronas y en el resto del cuerpo que influyen tremendamente en nuestro comportamiento”.

Una de esas sustancias, comenta el especialista, es la dopamina, un neurotransmisor “asociado a las ganas, a querer emprender algo”.

Por último, del mismo modo que resaltó el valor de la dopamina el neurocientífico destacó el papel determinante de las “hormonas sexuales”, que influyen y regulan el comportamiento humano ya que son las responsables de la aparición de los caracteres sexuales secundarios en la pubertad y, posteriormente, se encargarán de regular todo el ciclo reproductivo.

El “Amor Romántico” es ese ideal de amor incondicional, maravilloso y de final feliz que desde siempre hemos visto en la literatura y en el cine y que hemos interiorizado como el amor perfecto.

Desde una perspectiva puramente biológica algunos dirían que es una interacción entre feromonas y oxitocina, otros que no es más que un instinto que asegura la supervivencia de la especie que ha evolucionado hasta hacerse más social.