5 hábitos para mantener la alegría en tu mente

Nuestra hipótesis de partida siempre ha sido que ser feliz es una condición interna natural con la cual nacemos.

Aunque la vida nos puede poner a prueba enfrentándonos a sucesos difíciles o personas tiranas, para la neurociencia, dependerá de nuestra actitud considerar que esas experiencias sólo deben ser oportunidades y desafíos que permitan convertir la experiencia en una oportunidad de triunfo.

Llegar a este estado puede llegar a ser una realidad cuando reflexionamos y llegamos al convencimiento de que toda nuestra vida gira alrededor de nuestra mente y nuestro estado de conciencia.

Pensamientos, prejuicios, recuerdos, virtudes, experiencias o acciones conscientes o inconscientes son producto de nuestra mente y nosotros decidimos si los ponemos al servicio de nuestra felicidad.

Es así como podemos aprovecharnos del potencial que emana de nuestro cerebro, sin olvidar que tenemos que ayudar con la actitud adecuada.

Es una decisión individual y permanente tomar la felicidad como una responsabilidad, un desafío interno, sin dejarnos impactar por la circunstancia puntual.

Para los neurocientíficos hay varios trucos que nos pueden ayudar en el proceso. Alex Korb, investigador de UCLA y escritor de “The Upward Spiral” (La espiral ascendente), sugiere mantener en nuestra vida cinco simples hábitos para comprometer a nuestro cerebro a mantener la alegría en la mente:
  • Estar agradecidos: Uno de los secretos aparentemente más simples que propone la neurociencia es sentir gratitud. Esta actitud pone en movimiento la producción de la dopamina, hormona que estimula la sensación de placer, y la serotonina, la cual produce una sensación de bienestar, relajación, mayor autoestima y concentración. Al convertir este comportamiento en un hábito, también desencadenamos situaciones positivas en el universo de nuestras relaciones o del trabajo.
  • Ponerles nombre a nuestros sentimientos: Una recomendación tremendamente útil consiste en que cuando sentimos emociones como decepción, enojo, frustración o desesperación, necesitamos hacer una pausa y reconocerlas por su nombre, ya que al identificarlas y hacerlas conscientes inmediatamente reducimos su impacto. No se trata de reprimirlas, sino de observarlas con atención plena para evitar caer de forma habitual en reacciones negativas y poder así, con la mente clara afrontar las situaciones difíciles en la mejor disposición cognitiva.
  • Tomar decisiones: La neurociencia ha demostrado que al tomar decisiones reducimos la ansiedad y las preocupaciones. Decidir implica crear intenciones y objetivos, los cuales activan la corteza prefrontal y disminuye la ansiedad. Además, tomar decisiones cambia la percepción de sentirnos controlando, dominando la situación, reduce el estrés y estimula la producción de dopamina al deshacernos de un conflicto y convertirlo en solución.
  • Buscar el contacto físico: Las relaciones son muy importantes para la salud de nuestro cerebro. Con pequeños detalles diarios, como abrazar, tocar o dar la mano a las personas, se estimula la producción de oxitocina, conocida como la hormona del amor, la confianza y la generosidad. De esta manera se promueven los lazos entre las personas, y la empatía. Además de activar también a las endorfinas, conocidas como las hormonas de la felicidad, al compartir momentos alegres con las personas que queremos.
  • Practicar buenas acciones: El último hábito es recomendación del doctor Mario Alonso Puig, quien afirma que no hay felicidad sin el otro. Cuando de verdad nos importan las personas, nuestro cerebro cambia su estructura, el cerebro produce oxitocina y dopamina. Por lo tanto, al ayudar y tener hábitos de ser amables con los demás, nos produce felicidad.
Un estudio de investigación sobre felicidad demostró que, de hecho, agradecer afecta la densidad de las neuronas que se encuentran en la corteza prefrontal.

Estos cambios de densidad sugieren que conforme la inteligencia emocional aumenta, las neuronas en esta área se vuelven más eficientes; es decir, al volverte una persona más agradecida, te vuelves más propensa a detectar el lado bueno de la vida.

Asimismo, se comprobó que sólo diez por ciento de tu felicidad te la brinda el mundo exterior, el 90 por ciento restante te lo aporta tu propio cerebro, dependiendo de cómo se perciben y se procesan los momentos de felicidad. Todo se relaciona.

Por si fuera poco, agradecer mejora tu calidad de sueño. El sueño reduce el dolor. La reducción del dolor repara tu humor. A mejor humor, menores niveles de ansiedad, lo que a su vez mejora tu enfoque y claridad mental. A mayor claridad mental, mayor creatividad, menores niveles de estrés y aumento de tu nivel de satisfacción, lo que te da motivos para sentirte más contento.

Esto hace que tengas más razones para agradecer, lo que hace más probable que te animes a socializar más y a hacer ejercicio.

Esto sin duda te hace más feliz.

Todo es cuestión de echar a andar la espiral ascendente.

¿Cómo? Con el simple acto de agradecer.

¿Cuánto tiempo te toma? Tan solo dos segundos.